España camisa blanca de mi esperanza
Ya casi acabado el día en el que a algunos y a
algunas los ardores patrios se les habrán convertido en furores pélvicos a fuer
de adorar símbolos (coronas, banderas, escudos).
En el que la caspa y el sebo parecen
haberse adueñado nuevamente de esta España de “cerrado y sacristía” que diría
Machado a la que algunos quieren condenarnos, -al menos nos hemos librado de
haber visto tras la parafernalia mediática la programación de la película “Raza”
con argumento de Jaime de Andrade, seudónimo de Franco, o “Los últimos de
Filipinas-; en este día digo, y para que nadie piense lo contrario, me siento
español pero no de esa España descrita antes.
Me siento español, todos los días, de esa España
de hombres y mujeres en igualdad, de mujeres y hombres solidarias, de los
millones de españoles (empresarios, trabajadores, políticos, sindicalistas,
etc…) que creen y trabajan honestamente por una España más justa, más
solidaria, más de personas y menos de símbolos.
Pero también de la España de los parados, de los
que lo han perdido todo, de los que aun así siguen luchando día a día por
seguir siendo y sintiéndose españoles, pese a lo difícil que se lo ponen los
del ¡Arriba España, tirandoaladerechamásbienenSuiza!, a los que les están
condenando al exilio económico, al exilio laboral, al exilio social, al
abandono sanitario, a la condena educativa.
Esa España de las personas, de las buenas
personas, es la mía.
12 de octubre de 2014
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