A una joven dormida, casi enamorándome
Ojos distintos, turbia, inesperada,
con veinte años ya de tempestad.
Sueña donde concluye la ciudad
y se espigan deseo y madrugada.
Y parece feliz. O desplegada
en el mapa de ajena soledad
por donde habrá que navegar. Mirad:
ella pone sentido a mi jornada.
Ella es un cuerpo largo que se inquieta,
que lleva sombra y luz en su camisa,
anticipando libertad y meta.
Ella es rumbo que siempre se improvisa,
mueve esa carne vasta de planeta
y se despierta aún con la sonrisa.
(Javier Egea)
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