...luego, hubo un rostro...
Esbelto y largo el cuello,
casi tanto, tan largo,
como lo fue el deseo de sembrarlo de besos;
sensual la nariz, conocedora
de que, por complacerla,
inventaron las flores sus aromas;
horizonte de fuego la línea de la boca;
lago, los ojos, de aguas cristalinas
envueltas en un aura misteriosa,
en las que, fatalmente,
dulcemente,
alenté a naufragar a mi mirada...
Y una menuda rosa,
asomada en el ámbar de tu brazo
que soñé, arrebatado,
que no fuera otra cosa que una llamada urgente.
casi tanto, tan largo,
como lo fue el deseo de sembrarlo de besos;
sensual la nariz, conocedora
de que, por complacerla,
inventaron las flores sus aromas;
horizonte de fuego la línea de la boca;
lago, los ojos, de aguas cristalinas
envueltas en un aura misteriosa,
en las que, fatalmente,
dulcemente,
alenté a naufragar a mi mirada...
Y una menuda rosa,
asomada en el ámbar de tu brazo
que soñé, arrebatado,
que no fuera otra cosa que una llamada urgente.
(Rafael Valero Oltra)