Renglones de mar
para que nadie lo sepa,
para que nadie se entere
de tus dudas y las mías.
Si le pides que te escriba,
acompaña sus palabras
con renglones de tu vida.
A veces verás que se borran con las lágrimas
y se vuelven renglones de mar
ondulados por el llanto.
Y cruzarás un océano de páginas en blanco
hasta llegar a la isla de la calma.
Cielo, heaven, ciel,
cel, y nada más.
No busques, mi niña, el cielo
que lo llevas en tu nombre,
las nubes serán tus dudas,
tus estrellas sus palabras
y de la luna te hará
una cuna en que mecerte.
Él te escribe una poesía
a lo dulce de un bombón
que te trae algunas veces.
No le pidas que te escriba
con letras del diccionario.
Badajoz, 9 de abril de 2002
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