Amaneciste...
Amaneciste en mí,
como surgiendo del mar,
impetuosa y sublime,
afluyendo a golpe de mirada,
esa mirada tuya que lo envuelve todo.
Llegaste al fondo de mi alma.
Pueblo yerto, la vida tú,
yo el ocaso, tú la luz.
Pidió el destino que uniéramos
tu vida y la mía un día,
un día tan sólo, teatro, juego, fantasía.
Poco a poco fue brotando
en mi alma la esperanza,
y mi alma fue buscando
la tuya como una lanza.
Cielo gris, la vida y tú,
sólo tú.
Por una blanca vereda
tu corazón paseaba,
cuando el mío iba a su encuentro
el camino se borraba,
por más que quería abrirlo
tu miedo y el mío lo cerraban.
Hoy le pregunto a los árboles
por dónde el camino anda
y con sus hojas me dicen
que nuestros miedos lo tapian.
Quiero romper ese miedo
que tu corazón y el mío separa,
y sentirte tan cercana
que me envuelvas con tu alma.
Alcánzame tú la mano
para que pueda estrecharla
y entrelazar con mis dedos
la negrura de tu pelo.
Badajoz, noviembre 1.993
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